Cuatro días sin agua: el experimento que Bello no pidió pero necesitaba
Nuestra mayor riqueza no es lo que tenemos. Es lo que sabemos cuidar juntos.
Pero seamos honestos: ¿realmente sabemos cuidar?
Durante décadas hemos permitido que envenenen nuestros ríos mientras miramos para otro lado. Hemos dejado que conviertan el agua en mercancía, en negocio, en algo que se vende al mejor postor. Hemos normalizado que las quebradas sean basureros y que las empresas se apropien de nuestras fuentes.
Y ahora nos sorprendemos cuando nos cortan el agua cuatro días.
Este fin de semana no es castigo. Es espejo.
¿Cuántos baldes necesitas para cuatro días? ¿Cinco? ¿Diez? Ahora multiplica eso por cada familia en Bello. Esa es la dimensión de nuestra dependencia. Esa es la magnitud de nuestra vulnerabilidad.
Pero también es la medida de nuestro poder.
Porque si todos podemos cargar canecas esta semana, también podemos exigir que protejan nuestras fuentes. Si todos sentimos la sed, también podemos organizarnos para cuidar lo que es nuestro. Si todos entendemos el valor de cada gota, quizás dejemos de permitir que nos roben el río.
El lunes volverá el agua.
La pregunta no es si abrirás la llave con alivio.
La pregunta es si seguirás dejando que otros decidan cuándo y cómo fluye.
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